Max Candy, realizador responsable de filmes tan relevantes como 'Ritual', apostó fuerte el año pasado y lanzó para la productora Marc Dorcel (distribuida en Estados Unidos por Wicked Pictures) la mayor producción europea del año, 'Inglorious Bitches'. No es exactamente una parodia de los 'Inglorious Bastards' de Tarantino, puesto que no versiona su trama, pero sí que aprovecha el título y el ambiente nazi para contar una historia de venganza repleta de las mejores actrices europeas.
La historia es la de Tarra White y Anna Polina que, tras ver morir a su amante a manos de un general nazi en plena Segunda Guerra Mundial, planean su venganza. Reclutarán y entrenarán a chicas que infiltrarán en un burdel (al que acostumbran a ir los militares) para recabar información, impedir una operación nazi y acabar con el alto mando responsable de la muerte de su amante.
Nada más empezar a ver la película sabes que juegas sobre seguro en varios aspectos: impresionantes actrices europeas, impecable ambientación, unos aspectos técnicos muy profesionales y una trama atractiva. La película transcurre con paso firme y muy buen ritmo, haciendo avanzar la historia sin perder de vista las escenas sexuales; pero el querer comprimir la historia y ocho escenas sexuales en menos de dos horas hace que se obvien algunas escenas de transición que darían más consistencia y un mejor acabado al filme.
Aún así, disfrutamos de fabulosas secuencias como la de las chicas entrenando en un círculo de fuego, Tarra y sus compinches entrenando y planeando sus movimientos en su guarida o infiltrándose a lo grande en la base nazi. Incluso podemos ver una tensa secuencia de tortura, de lo mejor del filme, en un oscuro escondrijo.
Pese a la trama bélica, las prostitutas, los asesinatos, los nazis y el referente de Tarantino, sorprendentemente tenemos un sexo muy esteticista, coreografiado sin excesos y suave en ocasiones (no siempre, tenemos más de un anal y una doble penetración), casi lo que los americanos califican como couple-friendly. Sin duda, un poquito más de rudeza en algunas de las secuencias hubiera funcionado bastante bien. Y es que lo que falta en la parte sexual es algo más de acción, de ganas, de ver que disfrutan de lo que hacen sin miedo a despeinarse, algo que dejan ver en la parte oral, pero no tanto cuando los chicos toman el mando.
De todos modos, tenemos varias secuencias destacables tanto por los performers, como por la actividad o la ambientación dentro de los ocho números sexuales del filme. Cindy Dollar recibe una estupenda doble penetración mientras se folla, para sacarles información, a George Uhl y Steve Q. junto a Jenna Lovely en el burdel.
Kristy Lust se monta la escena más morbosa y cargada de sensualidad del filme con Leny Ewil mientras al lado torturan a los buenos. Es una escena en la que la rubia, con un parche en el ojo, se esmera en el oral y recibe por todos sus agujeros sin quitarse la parte de arriba, todo ello muy bien fotografiado y con muchos planos medios. Una escena de las que quedan grabadas en la memoria, además, por estar rodada con estilo, sin exceso de metraje y porque, tras la corrida, Kristy se levanta y dispara sin contemplaciones a su prisionero.
Buscando diferentes localizaciones para el sexo (sin duda, uno de los aciertos de la película), tenemos también a Tarra White y Anna Polina en un bucólico ambiente tirolés follándose a su amante, y a Tarra White, que se tira a dos tipos al aire libre, de noche, junto a los tanques, con una buena doble mamada, pero con un anal algo descafeinado.
Y la película termina con la obligada orgía, que reúne a decenas de participantes, entre ellos algunas de las chicas que ya hemos visto (Aleska Diamond, Anna Polina, Cindy Dollar, Jenna Lovely) y otras féminas como Silvie De Lux, Suzie Carina, Niki Sweet, Nataly o Defrancesca Gallardo, además de los chicos correspondientes. La cámara no pasa mucho tiempo con cada pareja y va combinando los pequeños grupos con planos generales de la orgía y planos de la grabación con cámaras de la época que hacen un par de nazis, una fiesta sexual que presencia el líder nazi desde su asiento, pidiendo a las chicas que roten para ofrecerle, en primera línea, sus mayores aptitudes. Es una escena que también adolece de un poco de falta de fuerza, pero que funciona bastante bien como espectáculo sensual-visual y como colofón de una película más que notable pese a sus fallos conceptuales.
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