La historia transcurre en un futuro cercano en el que el mundo es pacífico y perfecto y donde no existe ni el matrimonio ni el amor. Cada uno tiene su cometido y la reproducción es metódica y asistida, y el placer sexual se consume como la comida rápida. Sin embargo, un hombre que vivió el amor y los placeres mundanos en el pasado quiere que todo vuelva a ser como antes.
Se trata de una de las primeras incursiones del porno en la ciencia ficción y de las más interesantes. Lo que más impresiona del filme de Damiano es que no sólo es interesante, excitante, entretenido y bien realizado; sino que además es reflexivo. Los personajes principales, y en concreto el interpretado por Robert Bolla, están muy bien construidos y sus carácteres se complementan y muestran todas las caras del prisma de la sociedad de Alpha Blue. Vemos las tres caras de su mundo: la de las satisfiers, resignadas, orgullosas y ajenas al problema; la del compañero de Bolla (interpretado por un joven Herschell Savage) contento con la vida que viven, sin inquietudes ni problemas; y la del protagonista, que reivindica el libre albedrío, los placeres mundanos y el cambio social. Los diálogos son inteligentes, bien construidos y siempre con mensaje. Sin caer en excesivos tópicos del género de ciencia ficción y con un planteamiento algo minimalista, Damiano nos hace reflexionar sobre el status quo, el destino personal, el amor y la libre elección de nuestros caminos.
Entre las muchas escenas dignas de mención, cabe destacar la preciosa y simbólica secuencia inicial, primera escena sexual del filme, que transcurre tras una pantalla roja a través de la cual sólo vemos siluetas (escena que Paul Thomas homenajeó hace poco en "Debbie Does Dallas... Again"). Otra es la de la cena de Bolla y Lysa Thatcher, donde él le ofrece vino, desaparecido desde hace tiempo, y le da de comer pollo asado, otro manjar olvidado en su futuro. En esta escena, sin aparente importancia, Bolla con sus palabras y actos y Damiano con la realización están haciendo un alegato por el libre albedrío y los placeres mundanos, desaparecidos en la sociedad de Alpha Blue. Para rematar, al final de los créditos, tras la carnal y excitante orgía final, tenemos un cameo del propio Damiano, que mira a la cámara con la satisfacción del voyeur que ha hecho bien su trabajo.
Para acompañar al filme de Damiano os traigo una excelente película del alemán Fritz Lang, "Metropolis". En 1927, al borde de la llegada del sonoro, Lang construyó, a partir del guión de su mujer Thea von Harbou, este pionero filme de ciencia ficción en el que nos habla de la represión y la lucha social. En ella, se conjugan la revolución social marxista y la organización social nacionalsocialista, haciéndose patente la fuerte influencia marxista de la época y la incipiente entrada del nazismo, del cual el filme recibió su censura así como las alabanzas de Hitler, que vivió maravillado por la visión de Lang.
La película nos muestra la futura ciudad estado de Metropolis, gobernada por el orden, la limpieza y la tecnología y donde la sociedad está dividida en dos facciones: los ociosos y pensadores que viven en la superficie y los trabajadores sometidos, que viven bajo la ciudad y hacen funcionar todo el mundo exterior. Una mujer, María, que aboga por el pacifismo, da esperanzas a la sociedad trabajadora. El hijo del amo de la ciudad baja al inframundo y, tras ver las condiciones que sufren los trabajadores, se une a María, de la que se enamora profundamente. El dueño de la ciudad, temiendo lo peor, ordena al científico Rottwang que envíe a un robot de su invención a suplantar a María. Sin embargo, el androide se rebelará e incitará una rebelión que podría acabar para siempre con la ciudad y sus habitantes (otras versiones del filme muestran como el dueño de la ciudad quiere que el robot incite una revuelta entre los trabajadores que le permita ejercer una represión asesina sobre ellos).
Es asombrosa toda la parafernalia tecnológica que muestra el filme, la arquitectura, el diseño, la amenaza tecnológica, el tratamiento de la robótica y la teoría de la rebelión de las máquinas, así como los espléndidos efectos visuales, que aún hoy resultan increíbles si pensamos en la época que se realizó. El diseño del robot (que primero es metálico y luego toma la apariencia de María) inspiró la imagen de C3PO y se convirtió en una de las primeras máquinas antropomórficas del cine. Se ha criticado mucho, y seguramente con razón, el final del filme, algo decepcionante no por la idea en sí, que es buena, sino porque quizá no cuadra con la intencionalidad y el mensaje del resto de la película. Nunca sabremos a ciencia cierta cuánto de idea original y cuánto de censura tienen la culpa de este final.
En 1984, Giorgio Moroder decidió realizar un experimento con este filme e hizo su propia versión (sin la cual, posiblemente, la película original no se hubiera conservado hasta nuestros días). Realizó un nuevo montaje a partir la recopilación de todo el material existente, incluyendo todas las copias y fotografías de escenas perdidas encontradas poco antes. Eliminó los intertítulos y sustituyó algunos por subtítulos, tintó las imágenes mediante virado con diferentes colores, dependiendo del lugar donde se desarrollara la acción, añadió efectos sonoros y transformó su partitura clásica en una serie de temas pop-rock compuestos por él mismo y Pete Bellote e interpretados por grandes de los ochenta como Freddie Mercury. Así nació un espectacular remake de "Metrópolis," clásico instantáneo y olvidado del cine, que pone aún más de relevancia la genialidad de la obra de Lang.